martedì 10 febbraio 2015

Si se fueran a la playa






14 febrero
  Feliz Onomàstica, Valentín. Que aunque no te lo merezcas te voy a felicitar igual. Porque yo soy un ángel, y por tanto subalterno. No me queda más remedio.

  Que sepas que este año el más aclamado ha sido San Judas Tadeo, que de causas desesperadas se nos llenan las casas. Y San Lázaro, patrón de los pobres y los enfermos, que ya no puede más de la angustia que crece día tras día.
 ¿Sabes que Santa Elena tiene más admiradores que tú? Ay, Valentín, que los tiempos se nos echan encima y nos va tocar mirarles las espaldas cuando nos adelanten corriendo más rápido que nosotros.  A propósito, Elena me ha dicho que se retira. Que no quiere escuchar más a los divorciados. Dice que un buen puñado no quiere saber nada de reflexiones de dos minutos ni seriedades, y que a las tres semanas piensan ya en San Valentín. Dice que se queda con los albañiles y los arqueólogos, con las agujas y los clavos. A lo mejor son solo celos de tí. A saber.

  Que sepas que de toda la vida de nuestra muerte, desde que vivimos Aquiarriba, vamos de mal en peor. Valentín, que yo te veo que te arrinconas con la botella en la esquina del sofá en las reuniones de los domingos. Y que mientras bebes con los ojos llorosos te sube la aflicción hasta la punta de los pelos. Tú te crees que no te miro, mientras te secas las lágrimas con la punta del capisayo. Y que se me escapa cuando susurras palabras ininteligibles durante las lecciones de Benevolencia.
No sé si los demás se dan cuenta. Pero yo sí, soy capaz de leer en tu mirada y en tu cabeza.

  La gente viva piensa que Aquiarriba dormimos sobre las nubes. Que cantamos abrazados y observamos magnánimos y protectores lo que sucede desde nuestras alturas.
  No saben que Aquiarriba aprendemos a servirlos. Que día tras día, en nuestras horas sin tiempo, nos hemos tenido que adaptar a sus almas espinosas, estudiando las razones para seguir existiendo en un mundo donde nuestro espacio lo tenemos que compartir con la superstición y la compraventa de deseos.
  No saben que nuestro Cielo ya no es Cielo. Sino una explanada inmensa de corazones desesperados, bondadosos desde siempre o convertidos en la muerte, que trabajan sin descanso y sin jornal por las almas casi exánimes de los que se creen en Vida.

  Valentín, yo te propongo una cosa.
  Que cerremos el chiringuito y nos vayamos todos. Que nos dejemos nuestras capas y nuestras alas, los cetros, las cruces y las cuerdas. Las ruedas, las heridas, los animales, las espadas, los fuegos, la sangre y las representaciones truculentas. Que Aquiarriba se convierta en un desierto de arena cubierto de armas y lágrimas, de torturas y cadenas. Pero abandonadas.
 Vámonos donde no oigamos el fragor de las palabras, los ‘te pido’ y los ‘yo quiero’. Que nos descansen los oídos y las manos de tanto ruego.

  Te he visto custodiar como tesoros millones de amores. Resguardarlos de las tormentas y vigilarlos en los caminos. Has cultivado y defendido, protegido y atendido hasta el límite de tus fuerzas.
  Hasta que el mismo mundo te ha rechazado, por obsoleto. Eres tan antiguo y desfasado, Valentín, como el amor verdadero.
  Ya no se llevan tus cosas, amigo mío. El amor llega ahora con la fecha de caducidad. Por eso te has desesperado, que te conozco. Y con ojos vidriosos te veo mirar sin comprender las parejas que se observan aburridas, la prisa por desnudarse el alma, el combate a muerte antes de dar un portazo y escapar escaleras abajo.
  Comprendo que la botella te ahogue la amargura. No eres el único, Aquiarriba. La no -vida de los intermediarios como nosotros es un inservible bazar donde sólo se buscan fruslerías.

  Yo, que vuelo los cielos y porto mensajes, me he dado cuenta, por eso te lo digo Valentín, que nos vayamos todos. Que total, nadie se dará cuenta. Las voces llegan en un único sentido de marcha. Suben hacia arriba como millones de globos que atraviesan las nubes sin esperar un retorno. Hablan y hablan y no nos escuchan.
  Pues vámonos. Ahora se lo digo a los demás, compadre. Nos vamos todos a la playa. A tomar el sol aunque no nos pongamos morenos y a desintoxicarnos de tanta tontería.
  Quizás llegue un día donde el conocimiento inunde como el Diluvio el mundo entero. Que arrase la ignorancia y las vilezas. Que se ahogue hasta el apuntador. Que no se salve ni quien sabe nadar.
  Y así, mientras nosotros sorbemos con la pajita una piña colada bajo el sol y la brisa del mar, llegarán flotando sólo los que lo habrán entendido todo, los que no han tocado a la puerta buscando el trueque y la calderilla.

  En fín, querido Santo. Esto son todo quimeras y ensueños, ya lo sé, pero para eso soy un ángel y mis pretensiones son volátiles y ambiciosas.
  Te deseo que el día sin horas de tu fiesta te devuelva el espíritu ligero que eras en otro tiempo. Que el amor que acunabas entre tus brazos, que no es tuyo ni de nadie pero todo lo puede, se desparrame estrellas abajo.
Feliz dìa de San Valentín.
Tuyo siempre,

Ángel.



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